Título original: ストロベリー・パニック!,
Le querían poner: mi vida en fresa!
Terminaron poniéndole: Strawberry panic!
En Galicia le hubieran puesto: coño!!! qué vida tan fresa!
Advertencia: homofóbicos e intolerantes a las sociedades de convivencia, mejor pasen al perfil de Serrano Limón, pues pueden verse confundidas sus preferencias sexuales y se les terminará volteando el calcetín o con gusto por el arroz con popote.
Historias de amor, de niñas para niñas
Como aficionado al anime, es bueno ver diferentes géneros y propuestas. Con frecuencia, la gente asocia los dibujos animados con historias exclusivas para niños, pero en el anime esto es un grave error, pues prácticamente se cubre todo tipo de audiencias y de gustos. Y por supuesto, viviendo en un mundo donde la homosexualidad es una realidad innegable, podemos esperar de los mangakas y de los animadores japoneses estupendas historias que describan los sentimientos entre personas del mismo sexo. Por lo pronto, esta reseña es un tributo para una serie extraña pero de mucha calidad, tanto en contenido como en apreciación visual.
La historia de Strawberry Panic ocurre en una residencia estudiantil católica (¡vaya ironía!) en dónde conviven tres escuelas con características diferentes: Miator (uniforme negro), Spica (uniforme blanco) y Lulim (uniforme a rayas rojas). Es como si pretendiéramos meter en una conjunto departamental al Miguel antro Ángel, el Sagrado Corazón de melón y al Oxford (o sea, pura escuela fresa). Nuestrá heroína es una chica de nuevo ingreso, Nagisa Aoi, quien queda fascinada por el colorido de este singular lugar. En su primer día, al perderse dentro de la residencia, se topa con Shizuma Hanazono, la Étoile (algo así como la non plus ultra de la residencia). Entre ellas dos se desarrolla una historia de amor, marcada por los traumas de Shizuma debido a un amor truncado de manera trágica en el pasado.
Si bien, la relación de Shizuma con Nagisa es la más importante, el desarrollo de la serie no seria el mismo sin un reparto de personajes con personalidades muy ricas y cuyas historias son narradas con muchos espacios dentro de la serie, y a los ingeniosos gags que marcan un lado humorístco único. Dentro de estas relaciones, está la de la tímida Hikari Konohana con "el príncipe del caballo blanco", Amane Ootori, una chica que es la sensación de Spica al ser la principal representante del equipo ecuestre. Como en toda historia de amor, suceden celos y desamores. Aquí, la relación de Tamao Suzumi con Nagisa merece atención aparte, pues se parece un poco a ese "amor sutil" que existía entre Sakura y Tomoyo (¿recuerda alguien Card Captor Sakura?). También entra en este apartado la atracción entre Yaya y Hikari, quienes como Tamao y Nagisa son partners de habitación, por lo que su aparente amistad se confunde con otras cosas... Respecto a los instantes humorísticos, son desarrollados por personajes que aparecen brevemente pero muy pintorescos, como Kagome, la niña que nunca se desprende de tu teddy bear Oshibaru; Tsoubomi, una niña de primero muy madura (en palabras de Nagisa, no mías) para su edad y algo metiche, o la torpe pero adorable Chiyo, la hermanita mucama de Nagisa y Tamao.
Si bien, la relación de Shizuma con Nagisa es la más importante, el desarrollo de la serie no seria el mismo sin un reparto de personajes con personalidades muy ricas y cuyas historias son narradas con muchos espacios dentro de la serie, y a los ingeniosos gags que marcan un lado humorístco único. Dentro de estas relaciones, está la de la tímida Hikari Konohana con "el príncipe del caballo blanco", Amane Ootori, una chica que es la sensación de Spica al ser la principal representante del equipo ecuestre. Como en toda historia de amor, suceden celos y desamores. Aquí, la relación de Tamao Suzumi con Nagisa merece atención aparte, pues se parece un poco a ese "amor sutil" que existía entre Sakura y Tomoyo (¿recuerda alguien Card Captor Sakura?). También entra en este apartado la atracción entre Yaya y Hikari, quienes como Tamao y Nagisa son partners de habitación, por lo que su aparente amistad se confunde con otras cosas... Respecto a los instantes humorísticos, son desarrollados por personajes que aparecen brevemente pero muy pintorescos, como Kagome, la niña que nunca se desprende de tu teddy bear Oshibaru; Tsoubomi, una niña de primero muy madura (en palabras de Nagisa, no mías) para su edad y algo metiche, o la torpe pero adorable Chiyo, la hermanita mucama de Nagisa y Tamao.
En cuanto a la animación, bueno, es simplemente soberbia, muy detallada para presentar los aspectos importantes de la Residencia Fresa, así como de otros lugares como una catedral o los jardínes de Astrea Hill (el nombre que tiene la villa donde está ubicada la Residencia Fresa). La música se lleva un 10, pues le otorga un ambiente de refinación y de cultura a la serie, con melodías que parecen haber salido de la imaginación de Haëndel o en los momentos de mayor drama, suenan melodías apasionados parecidas a un concierto para piano y orquesta de Chopin. Obviamente, la música es ex profeso para la serie. La aparición de elementos relacionados con el catolicismo (la Residencia Fresa es un internado dirigido por monjas) como la catedral, el coro religioso y las imágenes de la Virgen María es un elemento que no busca ridiculizar, sino que es parte integral de esta obra, pues varias de las niñas a través de su fe buscan guía para dar buen cauce a sus sentimientos (¿Acaso el amor no es algo que transciende normas, pensamientos y género?). Por supuesto, en la vida real ya parece que habría monjas que permitirían semejantes intentos de socavar la moral y las pseudobuenas costumbres.
Pues bien, a pesar de que Strawberry Panic es un drama que por momentos es meloso (tan dulzón como algunas telenovelas de teidiotizatelevisa, acierta en la línea de no centrarse exclusivamente en la pareja principal, sino que da muchos momentos tensos pero importantes a las otras relaciones, incluso con la pareja de villanas conformada por Kaname y Momomi. Sin duda, es un anime que no defraudará a los aficionados de historias rosas, sin importar la naturaleza de las mismas. Moraleja (al estilo Brozo): al César lo que es del César, y prau-prau a la que enloquezca.
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