Checo kun's real

Bienvenidos a reseñas de anime, estilo cinemanía, con un poco de humor y minimizando el spoiler, con el fin de picarle la colita curiosidad al lector que se pregunta ¿me animo a ver esta serie?

sábado, 26 de junio de 2010

Angel Beats!

Título original: Angel Beats!
Le querían poner: Angel Beast!
Luis Buñuel le hubiera puesto: El ángel exterminador… de Dios!
En Galicia son capaces de ponerle: ¡Parchís y la guerra de los niños en el más allá!
En México los que titulan las mocotelenovelas le pudieron haber puesto: Los latidos de mi ángel.
Terminaron poniéndole: Angel Beats!

Advertencia: integrantes de Regnum Christie, Opus Gay Dei, cabazorros caballeros de Malta, Ejército de Dios, Testigos de He-Man Jehová y demás organizaciones ultraconservadoras, si no cambian de página en los siguientes 30 segundos con 12.8 milésimas podrían ser embestidos por un rayo vengador por dudar de la existencia de quien no debe ser nombrado… Lord Voldemort.

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Otonashi, Yuri y Kanade, nuestros tres protagonistas.

Sucede que, en un mundo más allá de lo invidente evidente, ubicado entre el cielo y la tierra, que según la geografía judeo-cristiana se llama purgatorio, las almas ahí atrapadas tienen que purgar sus penas en… la escuela. ¡¿Cómo?! Aparte de muerto, uno no podría estar más jodido. Pues sí, la triste realidad de los que ahí llegan, es chutarse todos los cursos odiosos del bachillerato: física, química, inglés, histeria historia universal…, como si morir no hubiera sido suficiente castigo. Claro, llama la atención que sólo llegan a ese universo paralelo adolescentes.

Los planteamientos filosóficos y metafísicos entorno al más allá son parte inherentes de nuestra naturaleza humana. A pesar de vivir con ella, el ser humano no termina por comprender la necesidad de la muerte para que la vida exista. Es gracias a la muerte que la evolución fue posible. Es un mecanismo que ha dado origen a todas las especies que han habitado la superficie terrestre en sus más de 4000 millones de años. No se trata de entenderla, ni de evitarla, si no de llevar la contraria. Al menos ese es el planteamiento inicial de Angel Beats!. Más allá de la broma infame que representa pasar el purgatorio tomando lecciones de bachillerato, rebelarse contra el status quo, personificado en la figura de Tenshi-Kanade. Así, la preconcepción de un mundo idílico donde Dios omnipotente, omnisapiente y todo bondadoso ante un mundo (o una vida) llena de injusticias inexplicables pero sobre todo de maldad que salpica aún a los más buenos de forma injusta, se convierte en la única alternativa de sobrevivencia para la gente que no acepta no sólo lo irreversible de la muerte, sino la injusticia que trae consigo la creencia en tal ente metafísico. Esa es la consigna de Yuri, a quién no sé por qué coños en tantos foros la comparan con Haruhi Suzumiya, si su único parecido es como el que hay entre Mafalda y Periquita. “Si existe un Dios, mi única intención es acabar con él”. El máximo slogan nitzscheniano encarnizado en esta singular y atrevida rebelde. Así, se trata de derrotar a quien permite que la vida se vuelva una tragedia insufrible. Sin embargo, Angel Beats no es en sí una serie antirreligiosa, es más bien, una caída en un estadío donde el miedo a la libertad es el protagonista. Y cómo antídoto, al más puro estilo Saramago, se tiene la ternura, el amor, la comprensión, el perdón y finalmente, la paz. Lo cual suena, contradictorio con uno de los espíritus de esta serie, si se toma en cuenta el carácter “cristiano” de esa alma que busca no el bien propio sino el de los demás a costa incluso del martirio, interpretado en la figura de Otonashi, el personaje motor.

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Hey, no intentes volarte una clase o sufrirás la ira... de su amor.


Jun Maeda y su equipo de Key/Visual Art’s nos llevan una vez más a límites melodramáticos. Es imposible no quedar clavados con la expectativa generada episodio tras episodio. Como en todas sus obras, la clave es el argumento. Más allá de la tecnológicamente impecable dirección y manejo de los ángulos de animación y colores, la propuesta, que no ha pasado por ser una novela visual como lo fueron Kanon, Air y Clannad sino que prácticamente fue llevada del libreto directo al anime, y tomando revitalizadas herramientas que reconocerán inmediatamente los key-maníacos, nos envuelve, nos emociona, nos trae risas con su característico humor (marca Acme en ocasiones), nos hace llorar, y finalmente, el clímax, que no es (para decepción de los comensales del fándom shounen de grandes batallas y mucha acción) una épica pelea, sino la completa aceptación con paz, con tranquilidad, con amor, del fin de la existencia. ¿Cómo? Me explico. Sólo a través de aceptar con serenidad el pasado, vivir el presente y llegar a un futuro en donde ya no hay camino que recorrer, se puede alcanzar ese estado de iluminación (perfectamente ilustrado en las enseñanzas de Buda) y ante la misma muerte dar ese paso que todos en algún momento daremos, pero al que se puede acceder o con un eterno resentimiento o con la tranquilidad de irse sin ya deber nada.

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Ups, creo que me equivoqué de botón.


De nuevo, y para todos aquellos que están acostumbrados a las cosas digeridas, fáciles, a las historias mecánicamente perfectas pero intrascendentes, se verán incómodos y decepcionados porque la previsibilidad, las reiteradas bromas, o los clichés de otras obras de key vuelven a aparecer nuevamente. Debemos de decir, que si bien, los animes basados en la famosa compañía de software suelen tener inconsistencias y defectos, no significa que sean malas. Esto de hecho es lo que las hace grandes, mostrar su lado humano, sincero, sin poses ni atavismos o convencionalismos. Es gracias a estas pequeñas inconsistencias a las que les debemos ese campo magnético que atrae a espectadores que buscamos algo que vaya más allá de los tradicionales shounen y aventuras maniqueas. No se necesita tener la súper batalla galáctica ni el súper torneo de artes marciales para ofrecer una serie que entregue a sus espectadores la emoción de la última pelea ni el drama del héroe que se vuelve a levantar una y otra vez. Una idea sencilla pero que involucra aunque sea de forma metafórica sin necesidad de explícitas imágenes los sentimientos humanos más terribles como la venganza, la crueldad, el odio, la mentira, y la soberbia es el gran logro de esta tan ansiada producción, y más si ahora no viene del sello que Kyoto Animation imprimió en las obras previas de Key. He ahí su gran virtud, aún a pesar de algunos cabos sueltos y de otras inconsistencias.

Para finalizar. Qué cosa es peor, ¿qué no haya Dios o que alguien juegue a ser Dios? Recuerden el cuento “La duda”. Sucede que se crea la máxima computadora de todos los tiempos. Es un evento que se transmite a todos los rincones del planeta, superior en expectativa a la llegada del hombre a la luna. Esta maravilla tecnológica no tiene ningún antecedente en la historia de la humanidad. Así que una vez que es puesta en marcha, el primer reportero le pregunta: ¿existe Dios? En ese instante, la computadora se conecta a todos los sistemas militares del planeta, los sincroniza y bloquea el acceso para todos los humanos. Se conecta a todas las redes de datos y accede a la información de todo ser humano. Se escucha una sonora carcajada, y ante el estupor de la humanidad presente, la súper computadora responde: ¡ahora sí!


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Al final, asumir con paz nuestro propio final, le da sabor y sentido a todo.


Como colofón, les dejo la canción del episodio final, "tú eres mi más grande tesoro"

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