Título original: 聖闘士星矢
Le querían poner: San Seiya
En España y Latinoamérica fueron capaces de ponerle: Los caballeros del zodíaco
En EU le pusieron: Ladies (K)nights of the Zodiac
En Italia le querían poner: Le cava-ñiero del’lo zobaco
Le terminaron poniendo: Saint Seiya
Advertencia. Este más que un review, es un nota apreciatoria sobre esta sensacional serie que marcó a una generación, para que las generaciones que se creen muy “uyuyuy” por sólo ver los shounen de moda, volteen también hacia atrás para comprender a quienes dejaron un legado en el mundo de la animación japonesa.
Por ahí del ’93, en una lejana mañana de la entrañable barra infantil de Canal 13, donde aparecía el primo hermano del caribeño dinosaurio Marley de juguetes radioactivos, mejor conocido como Carisaurio (¿se acuerdan de ese buey, que por cierto, era bastante pero bastante teto?), se me ocurre poner atención a una formidable pelea entre un maltrecho güero con armadura blanca y su aparente superior contrincante vestido con una armadura dorada con puntas en los hombros y que simulaba el exoesqueleto de un escorpión. En el fragor de la pelea los contrincantes hacen referencia a las constelaciones que representan sus armaduras (cygnus y skorpio) y que a partir de concentrar sus puntos vitales (la ubicación de las estrellas de sus respectivas constelaciones) en la energía interna vital, llamada “cosmos” (el ki o chakra según las culturas orientales), desarrollan sus técnicas o trucos (polvo de diamante para el cisne y aguja escarlata del escorpión) y al final, en la última estocada, cuando el cisne después de recibir la última punzada (llamada Antares, en honor a la principal estrella de la constelación de skorpio) el caballero dorado se da cuenta que perdió al haber congelado el cisnes los puntos vitales que representan a las 13 estrellas de su constelación.
El cisne vs el escorpión, ¿recuerdan esa épica batalla?
Sin duda todos los fans de Saint Seiya tenemos esa imagen muy presente, así como la parte en la cual se desarrolla esta pelea (saga del Santuario). Cómo existen cantidad de páginas que narran a detalle toda la cronología de Saint Seiya y que detallan hasta el color de calzones de Masami Kurumada, me dedicaré mejor a compartir qué significó esa serie en su momento para un servidor y para muchos otros fans.
Podría decir que por ahí entre los años 88 y 92 no hubo una serie de animación que me llamara la atención. Son épocas en que se vivía de la retransmisión de clásicos títulos (Candy por ejemplo) o si acaso y debido al horario en que se transmitían (barra matinal entre semana), no pude disfrutar de Samed el duende mágico, Lalabel, Sandybel, los gatos samurái o Honey Honey. La aparición de los caballeros del zodíaco vino a refrescar el abanico de lo que se podía ver en la limitada cartelera de la tele abierta (cosa que sigue igual desgraciadamente) con una serie que aunque ligeramente vieja (primero capítulos transmitidos en 1986 en la televisión nipona) era capaz de generar expectativas semana tras semana, en una época donde el internet era más conocido como herramienta de ciencia ficción y el celular un ladrillo de lujo para ejecutivos o políticos de alto pedorraje nivel.
¿Quieren un tatuaje así de fregón? Vayan con el dibujante al que más confianza le tengan. ¿Eres niña y vives en el Bajío? Piénsalo dos veces, no te vaya a caer la Gestapo estatal encima.
La magia de Saint Seiya radica en su sencilla premisa: la eterna lucha del bien (el bando de Athena) contra el mal encarnado por… por… por… aaah, sí, inicialmente el supuesto Patriarca (Pope) mejor conocido como Saga de Géminis (capítulos 1 al 73), luego el desafío de los dioses guerreros de Hilda (capítulos 74 al 99) y la saga de Poseidón (100 al 114). Para quienes habían leído el manga, la espera de poder ver materializada en anime la emocionante última parte (saga de Hades) tuvo sus momentos gloriosos como agridulces con los episodios 115 al 145. Pues bien, esta aparente sencilla estructura de Athena y sus caballeros (llamados santos de acuerdo a su autor, y apelando al sentido original de la palabra griega “iagios” es decir, virtuoso, pero no de conducta resignada sino de inquebrantable luchador) contra fuerzas aparentemente superiores pero que nunca se dan por vencidos (arquetipo clásico de muchos mangas shounen) funciona principalmente gracias a los cambios de ritmo durante las peleas (con una marcial pero atinada música de fondo), numerosos flashbacks que describen momentos de la infancia de los protagonistas que marcaron su decisión de convertirse en santos (caso concreto, Aioria de Leo y Hyoga el cisne) y al incesante uso de las referencias mitológicas, particularmente de la cultura griega y nórdica, así como la extracción de notas filosóficas del budismo; tal es el caso de Shaka de Virgo, sin duda, el santo más poderoso y cuyas reflexiones sobre la vida y la muerte del ser humano lo ponen en un nivel espiritual por encima de los once restantes santos dorados.
Los dioses guerreros de Asgard. Sin duda le dieron un gran plus a la serie, a pesar de no haber aparecido en el manga.
Así que teniendo una innumerable fuente como inspiración, cualquiera pensaría que Masami Kurumada vilmente vertió todo esto en una licuadora y ¡zas!, se tiene Saint Seiya para tragarse llanamente. La realidad es que para garantizar el poder disfrutar de esta extensa serie se necesita hacer uso de la curiosidad y de espíritu de investigador para, no tanto entender, sino ubicar esa escenografía presentada en la cantidad de mitologías presentes. Gracias a ello, SS me pico la curiosidad por leer la Ilíada y un libro de historias de la Grecia Antigua, así como buscar información en la enciclopedia sobre los mitos vikingos y la tradición de la filosofía budista. Por ello atesoro esta serie, pese a los numerosos defectos que tanto fans como “críticos” le tildan: que si la misma fórmula (Seiya y sus caballeros rescatando a la inútil de princesa Athena), que si el número excesivo de personajes, que si las exageradas resurrecciones, que si Seiya esto, que si a Shun se le voltea el calcetín.. Miren, no hay animes perfectos, no hay historias que sean “monedita de oro”, pero esas mismas imperfecciones son las que le dan sabor a la historia. Sí, por momentos dan ganas de darle de zapes a el buey de Seiya (el santo con TOC, consulte a su psiquiatra más cercano para saber que es TOC), Shun (el santo de cabecera de la marcha del orgullo gay de Andrómeda), Hyoga (el santo del complejo de Edipo no superado de la constelación del cisne) y Shiryuu (el caballero sadomasoquista y cabrón dragón), pero afortunadamente ahí aparece un personaje que le da un interesante contrapeso (Ikki el fénix, el santo de bronce más mamado poderoso) a lo sumisos y bobos que pueden resultar aquellos cuatro.
¿Por qué invitaría a alguien que no ha visto Saint Seiya a verla? Tal vez sea difícil convencer a las nuevas generaciones (de la Z en adelante) a que SS se convierta en su favorita. No se trata de eso. Si hacemos uso de un espíritu curioso (por no decirle, ñoño), esta obra de Masami Kurumada nos deleita más si ejercitamos nuestra capacidad de erudición y damos una leída, a la par de estar viendo la serie, por conocer más de los detalles mitológicos que están involucrados en esta serie. De entrada, las numerosas referencias con las historias de la Grecia antigua y su relación con las constelaciones. Y por supuesto, la mitología griega no es la única coprotagonista. Recomendaría leer (espero no estar pidiendo mucho) ciertas nociones de mitología nórdica, en particular “el anillo del nibelungo”, así como de la cosmovisión del budismo (en mi opinión, una “religión” muy sincera). La aparición de numerosos combatientes, con diferentes motivaciones para pelear, algunas que van de la nobleza a la más terrible sed de venganza es finalmente una característica que enriquece la serie, si bien para algunos exagerada por el número. Y como elemento latinoamericano importante, este doblaje marco época, pues contó con la participación de varios de los mejores actores del medio: Jesús Barreiro (Pegaso), Marcos Patiño (Fénix), Yamil Atala(Leo), María Fernanda Morales (Athena), René García (Cisne) por citar algunos. Es curioso que a veces no averiguamos el nombre de estos artistas, pero si llegan a asistir a un evento, el que sea, y se encuentran con estos actores, por favor, dénles el reconocimiento que merecen.
Las flores nacen y luego se marchitan.
Las estrellas brillan y luego se extinguen.
A este planeta, a nuestro sol, a nuestra galaxia.
Incluso a todo el universo
tarde o temprano le llegará la hora de morir.
Lo mismo sucede con la vida de las personas.
Aunque comparada con la inmensidad del universo
sólo sea un simple parpadeo.
En ese breve lapso de tiempo, las personas nacen,
experimentan el amor y el odio,
luchan y sufren.
Pueden reír y llorar.
Y finalmente, la muerte los envuelve
con su manto de descanso eterno.
Si una serie puede mostrar, en una de sus escenas este impresionante poema, sin duda, tiene un carisma que muchas otras le envidiarían. Estas palabras de Shaka de virgo definitivamente pueden atravesar muchos corazones. La poesía no siempre necesita explicaciones, tan sólo un corazón sin prejuicios para atraparla. Así que, hagan a un lado cualquier pensamiento oscuro que les hayan inculcado sobre SS. Véanla sin esperar nada, pongan sus mentes en blanco y déjense llevar por una trama con drama creciente
Dohko de libra y sus cien dragones.
Al final, la recompensa será qué más allá de la imposición de los dioses, los humanos, tanto son capaces de las más atroces actos de bestialidad como de las más sublimes cruzadas y de los más valiosos sacrificios si se trata de que ganen la justicia y la paz. Ésta, es la más grande cualidad humana.
*Según el libro de cabecera de los psiquiatras, el DSMD (diagnostic and statical mental disorder), se tiene que:
TOC = Trastorno obsesivo compulsivo, según el diccionario de enfermedades psiquiátricas .
TAS = Transtorno antisocial.
Border = Transtorno límite de la personalidad.
TD = Transtorno dependiente.
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